
Los Vía Crucis de Mislata
El Vía Crucis de la Morería
Durante los trabajos de rehabilitación de una vivienda en la calle Buen Pastor de Mislata apareció una tabla cerámica compuesta por cuatro azulejos que representaba la primera estación de un Vía Crucis, marcada con el número romano I. La escena muestra a Jesús ante Poncio Pilatos: de pie, vestido con una túnica larga y las manos atadas, sostenido por dos esbirros. Frente a él, Pilatos aparece sentado en un sillón, con un cojín a sus pies, un turbante con pluma y la jarra y la palangana para el lavatorio.

La pieza, enmarcada por una cenefa azul con dibujos circulares, presenta desgaste y pequeñas incisiones que desfiguran parcialmente la imagen, signo del paso del tiempo.
Esta tabla formaba parte de un antiguo Vía Crucis que atravesaba Mislata, compuesto por catorce estaciones distribuidas en distintas fachadas de viviendas del casco antiguo.
Aunque solo se conserva esta primera estación, se sabe que cerca del hallazgo existía una segunda, identificada por un hueco similar en otra casa. Vecinos y testimonios orales recuerdan haber visto otras tablas en las calles San Cayetano y del Rosario, lo que confirma su antiguo recorrido por el barrio de la Morería.
Aunque no se conoce con certeza el trazado de aquel Vía Crucis, la historia de Mislata ofrece pistas que permiten imaginar su recorrido:
Tras la conquista de Valéncia por el rey Jaime I en 1238, se habilitó una ermita en el Castillo de la Morería, dedicada a San Miguel Arcángel, que dependía entonces de la Parroquia de San Nicolás de Valéncia.
Al no contar con parroquia propia, los vecinos de Mislata no disponían de cementerio, por lo que debían enterrar a sus difuntos en la capital. Esta situación se resolvió en 1474, cuando doña Elionor Romeu de Codinats, señora de Mislata, obtuvo licencia para fundar un cementerio cristiano en el pueblo.
Atendiendo las súplicas de sus vasallos, cedió parte de sus tierras para esta finalidad, ubicadas en el espacio que hoy ocupa la zona comprendida entre la nave central de la Iglesia de Ntra. Sra. de los Ángeles y la plaza del 9 d'Octubre.
El acta de fundación del primer cementerio cristiano de Mislata se firmó el 29 de septiembre de 1474, festividad de San Miguel Arcángel, tal como consta en los protocolos del notario Guillermo Exernit, conservados en el Real Colegio-Seminario del Corpus Christi de Valéncia.

Junto al camposanto se construyó poco después la primera iglesia de Mislata, que en 1535 obtuvo rango de parroquia independiente. Aquella iglesia fue sustituida en 1704 por el actual templo barroco de Nuestra Señora de los Ángeles.
La cercanía entre el barrio de la Morería, el antiguo cementerio y la parroquia de los Ángeles justifica la presencia de esta primera tabla del Vía Crucis en la calle Buen Pastor. Todo indica que el recorrido atravesaba el núcleo más antiguo de Mislata, sirviendo como camino devocional para los fieles que acompañaban los oficios religiosos en torno a la Pasión de Cristo.
El Calvario de Mislata
Muy cerca del antiguo cementerio de Mislata, que se encontraba en la actual plaza de Juan XXIII, existía un lugar de profunda devoción popular conocido como el Calvario.
Era un Vía Crucis compuesto por catorce estaciones, que comenzaba frente a la calle de la Estación y recorría el Azagador de Zamarra, la actual avenida del Sur, hasta llegar al cementerio.
A lo largo de su recorrido se alzaban altos cipreses perfectamente alineados, que marcaban el camino y daban sombra a quienes lo recorrían durante los actos religiosos.
La mejor descripción de este lugar desaparecido se conserva gracias a la Monografía histórica del pueblo y antiguo señorío de Mislata, publicada en 1955 con motivo de los Juegos Florales organizados por Lo Rat Penat:
"Sus altos cipreses, eternos centinelas de la soledad y el silencio, perfectamente alineados entre las catorce estaciones sacras del Vía Crucis, constituían la lección devota y la meditación fervorosa de los misterios de la Pasión del Señor".
Hoy, del Azagador de Zamarra solo queda el trazado que siguen las calles modernas. Nada queda del antiguo Calvario, ni de sus estaciones, ni del cementerio al final del recorrido. Aquel sendero, perdido entre el crecimiento urbano, fue durante mucho tiempo un espacio de recogimiento y fe, parte esencial del antiguo paisaje espiritual e histórico del pueblo.

