L'Hort del Cónsul

Entre las cuatro grandes villas que existieron en Mislata, una destacaba por encima de todas: el Huerto del Cónsul. 

La finca ocupaba el espacio donde hoy se levanta el barrio del Mercado, una enorme finca de sesenta hanegadas que representaba a la perfección el estilo de vida de la burguesía valenciana de finales del siglo XIX y principios del XX.

Origen de la villa

Mislata ya era un lugar codiciado mucho antes de la moda de las villas suburbanas. Por sus tierras pasaron nobles como los barones de Mislata y Morería, el Barón de Campo Olivar, el Marqués de Dos Aguas, el Marqués de Bolaños o el Marqués de Malferit. En ese contexto de prestigio social nació el Huerto del Cónsul.

La historia comienza cuando Balbino Musoles y Navarrete  Aramendia y Peris Pedriguer, Barón de Mislata y Morería, vendió una gran extensión de terrenos a la entrada del pueblo a don Juan Inocencio de Llano y López del Castillo, quien con el tiempo llegaría a ser Cónsul de Venezuela en Valéncia. Fue este cargo diplomático el que dio nombre a la finca.

A partir de su compra, don Juan Inocencio transformó por completo la propiedad, convirtiéndola en una de las villas más emblemáticas de Mislata.

El Huerto del Cónsul en un antiguo mapa catastral de 1933.
El Huerto del Cónsul en un antiguo mapa catastral de 1933.

La casa:

El Huerto del Cónsul se levantaba en el número 28 de la Carretera de Torrent, hoy avenida Blasco Ibáñez, protegida por una verja y, desde 1965, por un muro de ladrillo que garantizaba la intimidad. 

La entrada principal era una fachada monumental de estilo barroco, inspirada directamente en las Torres de Serranos de Valéncia. Desde allí comenzaba el muro que rodeaba toda la propiedad siguiendo las actuales avenida Gregorio Gea, Salvador Giner, Mayor, Gómez Ferrer, Cervantes y volvía finalmente al punto de partida en Blasco Ibáñez.

Fachada barroca del Huerto del Cónsul en la avenida Blasco Ibáñez antes de su demolición. En ella se pueden ver, ya cegados, los accesos laterales a través de las torres y el acceso principal entre ambas réplicas de las Torres de Serranos.
Fachada barroca del Huerto del Cónsul en la avenida Blasco Ibáñez antes de su demolición. En ella se pueden ver, ya cegados, los accesos laterales a través de las torres y el acceso principal entre ambas réplicas de las Torres de Serranos.

Nada más acceder por la entrada principal se encontraban tres casas alineadas, destinadas a labradores y personal de servicio, la mayoría, vecinos de Mislata. La primera de ellas estaba habitada por un hombre conocido como "el Pelat".

Cerca se ubicaban las otras dos casas, una de ellas propiedad de una mujer apodada la Sobrestanta, viuda de un sobrestante, que más tarde contrajo matrimonio con el herrero del barrio.

La casa principal colindaba con la calle Mayor y era de planta cuadrada, con planta baja, dos entresuelos y piso alto. La puerta principal, de arco ovalado, lucía sobre ella un panel cerámico con el nombre de la casa: San Luis.

Jardines, camino y espacios:

La finca era un verdadero universo de jardines y rincones pintorescos. Una jaula exótica albergaba diferentes aves traídas por el cónsul y más tarde a una monita llamada doña Tila. También existía un pequeño gimnasio. Dos escalones daban acceso a una explanada con una balsa redonda, una gran estrella vegetal, rosales, geranios, tulipanes y una palmera central. Junto a la casa existían un gallinero y corral, adaptados al lado curvo de la calle Mayor.

Desde el corral comenzaba uno de los rincones más emblemáticos: el túnel, un sendero bordeado por pinos cónicos cuyas ramas se unían formando un techo vegetal que dejaba el camino en sombra.

Una acequia cruzaba el huerto, y a su alrededor se extendían hortalizas y flores.

Junto al túnel se abría el espacio conocido como Lawn-Tennis, un recinto de 20x14 metros donde se practicaban tenis y críquet. Al fondo había columpios y bancos de madera, un pequeño oasis de ocio burgués.

Familia Verges, propietarios del Huerto, con labradores de Mislata en el Huerto del Cónsul.
Familia Verges, propietarios del Huerto, con labradores de Mislata en el Huerto del Cónsul.

Vida social en el Huerto del Cónsul:

El Huerto del Cónsul era uno de los epicentros de la sociedad burguesa valenciana. Sus propietarios organizaban reuniones, meriendas, fiestas y encuentros donde se lucían modas elegantes, vestidos de gala y estrictas normas sociales, se jugaba tenis y críquet y se realizaban grandes banquetes o tardes de música en el salón de baile amenizadas por un piano que allí había.

Para las fiestas más destacadas, era habitual contratar vecinos del pueblo para atender a los invitados. Una de las reuniones que más se recordaron fue la colocación de un árbol de Navidad, a la que asistieron más de doscientas personas, todo un acontecimiento social para la época. 

La Capilla de San Luis:

Una tercera entrada al huerto conducía al cenador, contiguo al Lawn-Tennis, donde se organizaban meriendas.

La última entrada daba acceso a un camino de tres metros de ancho, decorado con naranjos, limoneros, rosales y violetas, que conducía a la capilla de San Luis, rodeada por árboles de corona de espinas y eucaliptos. A esta capilla acudieron a celebrar misa personajes destacados de Mislata como don Ramón Ascó, cantor del Real Colegio del Corpus Christi, o don Martí Gadea, párroco de Mislata.

A la bendición de la capilla asistieron unas sesenta personas, prueba de la importancia social de la villa.

Infraestructuras agrícolas y ganaderas:

La finca incluía además una balsa para trabajar el cáñamo, un lavadero, una cuadra con caballos y vacas que abastecían de leche a la casa y una cochera situada junto a un gran nogal en la calle Mayor.

Reunión de la familia Llano y numerosas personalidades, entre ellas el párroco Martí Gadea, situado en el centro. Al fondo se aprecia la pequeña imagen de San Luis Gonzaga, a quien estaban dedicadas la capilla y la casa.
Reunión de la familia Llano y numerosas personalidades, entre ellas el párroco Martí Gadea, situado en el centro. Al fondo se aprecia la pequeña imagen de San Luis Gonzaga, a quien estaban dedicadas la capilla y la casa.

La familia Llano

-el origen del Huerto del Cónsul-

Don Juan Inocencio de Llano y López del Castillo, Cónsul de Venezuela en Valéncia.
Don Juan Inocencio de Llano y López del Castillo, Cónsul de Venezuela en Valéncia.

Los Llano, conocidos en Mislata como la familia del Cónsul, pertenecían a la burguesía acomodada valenciana, descendientes y herederos de antiguos comerciantes cuya fortuna se había consolidado a lo largo del siglo XIX. El impulsor del Huerto del Cónsul fue don Juan Inocencio de Llano y López del Castillo, hijo de Juan Ángel de Llano y Carlota López del Castillo Piña, y sobrino de don Francisco de Llano y Vagué, alcalde de Valéncia.

Don Juan Inocencio no solo ocupó el cargo de Cónsul de Venezuela en Valéncia, sino que además desarrolló importantes negocios y propiedades en Caracas, hasta el punto de que se decía que la mitad del terreno del puerto de la capital venezolana le pertenecía. 

En Venezuela conoció a su esposa, doña Mercedes Sanojo Ezpelosin, natural de Caracas, con quien tuvo tres hijos. La familia residía habitualmente en Valéncia, en un elegante inmueble situado en la esquina de la calle Comedias con la calle de la Paz. 

La construcción del Huerto:

La casa y el huerto de Mislata comenzaron a construirse en 1892, poco después de que Alfonso XIII, en nombre de su madre María Cristina, Reina Regente, le nombrara oficialmente Cónsul de Venezuela en Valéncia. Aunque el nombramiento impulsó la obra, realmente los trabajos ya habían comenzado meses antes, con una clara intención: convertir la finca mislatera en residencia de recreo y punto de encuentro social de la burguesía valenciana.

El administrador de la familia era José Martínez, un murciano estrechamente vinculado a Mislata, que entró al servicio del Cónsul con apenas 18 años. José Martínez estaba casado con una mislatera, Teresa Pérez, lo que cimentó aún más la relación entre la villa y el pueblo.

José Martínez "Joselillo".
José Martínez "Joselillo".

La caída del Cónsul:

La vida en la casa transcurría con normalidad, visitas sociales, veraneos en la finca, ocio, fiestas navideñas... Mientras tanto, don Juan Inocencio alternaba su vida entre Valéncia y Venezuela, donde continuaba ampliando sus negocios. Pero todo cambió en 1908.

Ese año, un golpe de Estado en Venezuela depuso al presidente Cipriano Castro y colocó en el poder a Juan Vicente Gómez, quien inició una política de confiscaciones masivas contra empresarios y terratenientes extranjeros. Entre los afectados se encontraba el propio Cónsul Llano, que perdió todas sus posesiones en Venezuela.

Gracias a su posición y contactos, logró regresar a España con su familia sana y salva, pero ya sin la fortuna que había construido durante décadas.

Decidido a recuperar su posición, don Juan Inocencio tuvo que vender varias de sus propiedades. Una de ellas fue precisamente el Huerto del Cónsul, que pasó a manos de su sobrino don José Verges de Llano, hijo de su hermana Elisa de Llano.

Con esta venta se cerró la etapa de la familia Llano al frente de la villa, pero comenzó la de los Verges, quienes mantuvieron la finca en pleno funcionamiento y conservaron la presencia y el prestigio del Huerto del Cónsul durante décadas.

Familia Llano Sanojo.
Familia Llano Sanojo.

La familia Verges

-herederos del Huerto del Cónsul-

De izquierda a derecha: Carlos, Luís y José Verges.
De izquierda a derecha: Carlos, Luís y José Verges.

Tras la venta del Huerto del Cónsul por parte de don Juan Inocencio de Llano, la propiedad pasó a manos de su sobrino don José Verges de Llano, miembro de una familia muy conocida en la burguesía y aristocracia valenciana. Los Verges residían habitualmente en la calle Comedias de Valéncia, en un edificio que décadas más tarde sería demolido durante la prolongación de la calle de la Paz.

Don José mantenía una estrecha relación con sus hermanos, Luis Verges, ingeniero de caminos, canales y puertos, y Carlos Verges, que más tarde ingresaría como fraile cartujo en la Cartuja de Porta-Coeli, bajo el nombre de Fray Feliciano.

Otros dos hermanos, Pepito y Estrella, fallecieron muy jóvenes, marcando a la familia en su infancia. A los tres hermanos los unió siempre una misma pasión: las bicicletas y los automóviles, símbolo de modernidad y prestigio en la época.

Juventud, encuentros sociales y las primeras fiestas en Mislata:

En su juventud, los Verges frecuentaron tertulias, bailes y encuentros sociales en Valéncia. En muchas ocasiones utilizaban la casa de Mislata, cuando aún era propiedad del Cónsul, como punto de reunión con los hijos de este.

Fue en una de aquellas veladas donde Luis Verges conoció a su futura esposa, doña Pilar Escofet. Y en el mismo ambiente festivo, Carlos Verges conoció a doña Margarita Núñez de Haro, con quien casó antes de ingresar en la Cartuja.

Pero el destino fue trágico: Margarita falleció en el parto de su primer hijo, José Luis, dejando a Carlos viudo. Ante las circunstancias, José Verges contrajo un segundo matrimonio con doña Petra Núñez de Haro, hermana de la difunta, quien crió al recién nacido como un hijo propio. El matrimonio llegó a tener seis hijos, consolidando así la rama familiar que continuaría habitando el Huerto del Cónsul.

El administrador: un puente con Mislata:

El administrador de la familia, José Martínez, siguió en su puesto tras la llegada de los Verges. Casado con Teresa Pérez, Martínez se convirtió en un enlace natural entre la villa y la vida cotidiana de Mislata.

Gracias a su relación con la familia, Martínez logró adquirir un solar segregado del propio Huerto, unos 720 metros cuadrados, para construir la sede de la Banda de música "la Nova", lo que hoy es el Casino de la Nova.

En 1928, Margarita Verges contrajo matrimonio con el industrial don José Escribá Blasco en la Capilla del Santo Cáliz de la Catedral de Valéncia. Tras la boda, pasaron a residir en el Huerto del Cónsul. En 1930 nacería en Valéncia su primer hijo, Javier Escribá Verges.
Banda de Música la Nova en el Huerto del Cónsul.
Banda de Música la Nova en el Huerto del Cónsul.

La relación entre los Verges y la banda era estrecha, pues la propia banda llegó a participar en diferentes eventos dentro de la finca. En 1924, Margarita Verges, hija mayor de don José, actuó como madrina de la colocación de la primera piedra del Casino de la Nova, en un acto solemne al que acudieron autoridades y vecinos.

En 1928, Margarita Verges contrajo matrimonio con el industrial don José Escribá Blasco en la Capilla del Santo Cáliz de la Catedral de Valéncia. Tras la boda, pasaron a residir en el Huerto del Cónsul. En 1930 nacería en Valéncia su primer hijo, Javier Escribá Verges.

Una saga con proyección artística:

En 1928, Margarita Verges contrajo matrimonio con el industrial don José Escribá Blasco en la Capilla del Santo Cáliz de la Catedral de Valéncia. Tras la boda, pasaron a residir en el Huerto del Cónsul. En 1930 nacería en Valéncia su primer hijo, Javier Escribá Verges.
Javier se convertiría en uno de los valencianos más famosos del siglo XX. Actor de teatro, cine y televisión, alcanzó la fama en 1959 por su papel del padre Damián en la película Molokai. Participó también en una adaptación de La Vida es Sueño, Tormento, junto a Concha Velasco, y en series como Visto para Sentencia

Fue investido Caballero Mercedario junto a su esposa, María Dolores González Mansilla, que recibió el Lazo de Dama Mercedaria. 

En 1934 nacería en Mislata su hermana Margarita, conocida como Margaritín, completando la familia que dio vida a la casa durante los años treinta. 

La tormenta social republicana y la Guerra Civil:

A partir de 1933, España vivió una creciente agitación social: huelgas, disturbios y enfrentamientos que anticipaban la Guerra Civil Española.

Durante el conflicto, los Verges se trasladaron a su vivienda de la calle En Blanch de Valéncia, aunque mantuvieron la propiedad del Huerto del Cónsul.

La guerra y la inestabilidad posterior obligaron a la familia a vender parte de sus bienes acumulados durante décadas, iniciando un período de dificultades que afectó profundamente al futuro de la finca.

La venta y fragmentación del Huerto del Cónsul

La Guerra Civil y los duros años de posguerra marcaron el inicio del declive del Huerto del Cónsul. La finca, que durante décadas había sido símbolo de prestigio burgués, comenzó a desmembrarse poco a poco, obligada por las circunstancias económicas del momento. Aun así, las primeras segregaciones se remontaban a décadas anteriores.

La primera partición del huerto se realizó para construir las viviendas de la calle San Carlos y el trazado de la calle Salvador Giner.

La segunda segregación importante llegó en 1924, cuando se vendió un solar para levantar el edificio destinado a la banda de música de Mislata, la Nova. De esta operación nacería el hoy emblemático Casino de la Nova, cuyo origen sigue unido a la historia íntima del Huerto del Cónsul.

Casino de la Nova.
Casino de la Nova.

Pasada la Guerra Civil, se llevó a cabo la venta de los terrenos que daban a las vías del ferrocarril, la actual avenida Gregorio Gea, los cuales fueron adquiridos por la familia Cánovas. Aquella operación fue clave para transformar la trama urbana de Mislata en el siglo XX.

Tras la Guerra Civil, las Monjas Siervas de María, que habían perdido su convento en Valéncia durante la persecución religiosa de 1936, adquirieron la casa principal del Huerto del Cónsul. Y así comenzó una nueva etapa: la villa se convirtió en el actual Monasterio de la Virgen al Pie de la Cruz.

Contra la creencia popular, las monjas no demolieron completamente la casa, sino que la adaptaron, eliminando solo aquellos elementos incompatibles con la vida religiosa y adaptando el edificio a sus nuevos usos.

Sorprendentemente, muchas partes originales todavía sobreviven, la fachada trasera, hoy integrada en el monasterio, el ventanal del despacho del Cónsul o fragmentos de la balaustrada del jardín, reutilizados en la terraza superior del convento. Además de la estructura original del edificio. La comunidad se instaló definitivamente el 24 de diciembre de 1941, dando comienzo a décadas de presencia religiosa sobre los antiguos dominios burgueses.

Fachada trasera del monasterio donde todavía se conservan elementos anteriores a la reforma.
Fachada trasera del monasterio donde todavía se conservan elementos anteriores a la reforma.

Con el avance del urbanismo y la llegada del Plan Sur, la zona volvió a transformarse. Para ejecutar las nuevas infraestructuras fue necesario derribar las Viviendas de Elcano, un conjunto de bloques que se encontraba en la zona donde se iba a trasladar el cauce del Turia.

Sus habitantes fueron realojados en nuevos edificios construidos precisamente en los terrenos que la familia Cánovas había comprado al Huerto del Cónsul.

Algunas de las parcelas restantes fueron cedidas al Ayuntamiento de Mislata, que las destinó a equipamientos públicos: el Mercado Municipal y el Colegio Público Gregorio Mayans. 

La última gran construcción vinculada a los antiguos terrenos de la villa fueron los bloques de viviendas levantados en 1962, en la esquina de Gregorio Gea con Blasco Ibáñez, justo donde durante casi un siglo se había alzado la fachada barroca del Huerto, inspirada en las Torres de Serranos.

Con su desaparición, Mislata se despedía de uno de los accesos más majestuosos que jamás tuvo el pueblo.

Avenida Gregorio Gea con parte de la fachada barroca todavía en pie poco antes de su derribo.
Avenida Gregorio Gea con parte de la fachada barroca todavía en pie poco antes de su derribo.

El final de una época:

Los últimos propietarios del terreno que un día ocupó el Huerto del Cónsul fueron doña Petra Núñez de Haro y don José Verges de Llano, quienes finalmente dejaron Mislata para residir en Valéncia junto a sus hijos y hermanos.

Con ellos se cerraba la historia de una de las villas más importantes de Mislata, cuyo recuerdo aún perdura en la trama urbana, en el Monasterio del Pie de la Cruz y en la memoria colectiva del municipio.

Lo que queda hoy del Huerto del Cónsul

-huellas vivas de una villa desaparecida-

Aunque hoy cueste imaginarlo, el Huerto del Cónsul no ha desaparecido por completo. Entre los edificios modernos y el entramado urbano actual aún sobreviven tres elementos clave que mantienen viva la memoria de aquella villa burguesa que un día marcó la vida social de Mislata.

El vestigio más evidente es el Monasterio de la Virgen al Pie de la Cruz, instalado en la antigua casa principal del Huerto. Bajo su estructura religiosa se esconden todavía las líneas maestras de la vieja residencia del Cónsul: ventanales, muros y detalles reutilizados de la antigua balaustrada continúan formando parte del edificio. Pero no es el único resto.

A escasos metros del convento, en la calle Mayor, junto al Casino de la Nova, se conserva un edificio de planta baja y dos alturas que pasó prácticamente desapercibido. Esta casa fue comprada en 1970 por herederos de don José Verges y rehabilitada como vivienda, y en su día formo parte del complejo del Huerto del Cónsul. 

Durante décadas albergó una taberna y despacho de vinos. Al entrar, un gran mostrador recibía a los clientes y, tras él, se alineaban las barricas donde reposaba el vino procedente de las fincas que la familia Verges poseía en Turís y Requena. Un pequeño despacho, situado junto a la entrada, servía como oficina para la administración de la taberna.

El vino del Huerto del Cónsul incluso fue servido durante la ceremonia del XXV Aniversario de la Banda Nova de Mislata, un detalle que confirma los estrechos vínculos entre la familia Verges y la vida cultural del municipio.

En otras épocas, el local también fue utilizado como punto de venta de aceite, integrado en la actividad agrícola que rodeaba a la villa.

Un legado que resiste:

Hoy, estos tres elementos constituyen los últimos testigos de uno de los grandes símbolos de la Mislata burguesa.

Aunque los jardines, la fachada barroca inspirada en las Torres de Serranos, los caminos arbolados o el Lawn-Tennis ya no existen, la memoria del Huerto del Cónsul sigue viva.

Pervive en la trama urbana, en los edificios que aún se mantienen en pie y, sobre todo, en las historias transmitidas por generaciones de mislateros.

Fuentes consultadas:

-La Mislata de otros tiempos - Luis Mañas Borrás