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Durante la mayor parte de su historia, Mislata fue un pequeño enclave agrícola rodeado por una fértil huerta donde prosperaban cultivos como el trigo, la cebada, las garrofas, las cebollas y las patatas. Este paisaje agrícola, que durante siglos definió la economía y la vida cotidiana del pueblo, no podía entenderse sin la presencia de los molinos hidráulicos, ingenios fundamentales para transformar el grano y mover la maquinaria de la producción.
Los molinos hidráulicos de Mislata
-el pulso oculto de la huerta-
Cuando las tropas de Jaime I llegaron a Valéncia en el siglo XIII, Mislata ya contaba con tres molinos de origen islámico, construidos junto a las acequias mayores y sus brazos secundarios, cuyas aguas alimentaban las ruedas y sistemas internos de estos edificios.
El escritor árabe Al-Idrisi Borrel ya los mencionaba en sus textos del siglo XIII, confirmando la importancia hidráulica de la zona en época musulmana. El Llibre del Repartiment, donde se registran las donaciones que Jaime I realizó tras la conquista, nos confirma que los tres molinos de Mislata fueron entregados al caballero de Huesca Sanç Llopis d'Albero, prueba de su valor económico y estratégico.
A partir de la Edad Moderna, especialmente desde el siglo XVII, los archivos vuelven a mencionar de manera clara los molinos que todavía hoy forman parte de la memoria mislatera: el Molí de Cabot, el Molí d'Aranda, el Molí de la Señoría y un cuarto molino más tardío, el Molí Paperer. Todos ellos aparecen documentados en el censo de 1646, que además revela un detalle llamativo: los cuatro propietarios de los molinos, Feliciano Soler, Bernat Vaviá, Joan Rexach y Francesc Querol, vivían en la misma calle, la antigua calle de los Cristianos, hoy calle Mayor, concretamente en los números 40, 41, 42 y 48.
Los tres primeros molinos eran claramente herederos del periodo islámico: el Molí de Cabot, situado sobre la Acequia Madre de Mislata, el Molinet de la Señoría, levantado sobre el Braç dels Moros y el Molí d'Aranda, ubicado sobre la Acequia de Favara.
El cuarto, el Molí Paperer, debía ser de construcción posterior, levantado después de la Carta Puebla de 1611, ya que hasta entonces los únicos molinos documentados en Mislata eran exclusivamente harineros.
Durante el periodo feudal, estos molinos dejaron de ser instalaciones municipales o familiares para convertirse en monopolios señoriales. Su gestión pasó a manos de los señores locales o de instituciones eclesiásticas, mientras que campesinos mudéjares y cristianos quedaban al margen de su explotación. El uso del molino no era una elección pues los vasallos estaban obligados a moler su grano en el molino señorial, pagando las tasas correspondientes, lo que convertía a estos edificios en un elemento esencial de la economía local.
Molí de Cabot
Entre los molinos que jalonaban la antigua huerta de Mislata, ninguno alcanzó tanta relevancia como el Molí de Cabot. Su historia, documentada desde la Edad Media, resume a la perfección la evolución agrícola y social del pueblo a lo largo de los siglos.
El nombre con el que ha llegado hasta nosotros, "de Cabot", procede del momento en que el molino fue vendido en el siglo XV al señor Boil d'Arenós. Sin embargo, no fue el único nombre que recibió, pues también se le conocía como el Molí d'En Conill debido a que, en el siglo XVI, fue propiedad de don Pedro Conill. También se le llamó Molí de Zamarra, por su proximidad al histórico Azagador de Zamarra, el camino ganadero que atravesaba Mislata desde Xirivella hasta el viejo cauce del Turia. Estos diferentes nombres reflejan las distintas etapas y propietarios que marcaron su larga vida.
Un documento del Archivo del Reino de Valéncia, fechado en 1920, ofrece una de las descripciones más completas del molino. El Molí de Cabot aparece descrito como un molino harinero situado en la Partida del Paquillo, con una superficie total de 2401 metros cuadrados. El conjunto incluía casa-habitación, corral, huerto-jardín, era, un gran edificio anexo y otros espacios auxiliares y un huerto y patio de más de 800metros cuadrados.
Esta descripción confirma que el Molí de Cabot no era un molino pequeño, sino un complejo agrícola completo, pieza clave en la economía agrícola de Mislata.
Para alcanzar el Molí de Cabot desde el casco urbano se seguía un itinerario muy conocido para los mislateros de antaño a través del Azagador de Zamarra, hoy avenida del Sur, hasta llegar al antiguo cementerio, situado en la actual plaza de Juan XXIII donde se giraba a la derecha entre las huertas y en paralelo a la Acequia de Mislata, pasando junto a un pequeño puente que conducía al altozano donde se encontraba el Molí de Pallús. Continuando recto, junto a la acequia, se llegaba al Molí de Cabot. Todo el recorrido discurría entre las huertas que conformaban un paisaje que desapareció con la llegada del Plan Sur.
El trabajo del molino seguía una rutina bien establecida. El trigo llegaba en carros y, más adelante, en camiones a granel. Allí se vaciaba en una tolva y se descascarillaba y lavaba el grano para proceder a la molienda de la harina. La piel o cascarilla del grano se destinaba al salvado, en valenciano "segó", usado como alimento para animales. El Molí de Cabot fue durante siglos uno de los punto fundamentales para la producción de harina de la zona.
El extraperlo en la posguerra:
Tras la Guerra Civil y durante la dura posguerra se estableció un sistema de cupos obligatorios por el que los agricultores debían entregar parte de su producción. Esto dio pie a un contrabando generalizado, y el Molí de Cabot fue testigo habitual de estas prácticas.
La historia oral recuerda como llegaban las cubas de vino con doble fondo: abajo se escondía ilegalmente el grano mientras que arriba se llenaba la cuba de vino para camuflar la mercancía.
Estas historias forman parte de la memoria colectiva de Mislata de mediados del siglo XX.
El emblemático Molí de Cabot desapareció definitivamente con la construcción del nuevo cauce del río Turia tras la riada de 1957, pues el molino se encontraba justo en el terreno que hoy ocupan la Autovía V-30 y el borde del cauce del Turia, junto a la zona conocida como "El Rancho", nombre de un antiguo restaurante-asador que allí existió.
Con su derribo desapareció uno de los edificios hidráulicos más importantes de la historia de Mislata.
Molí de la Señoría
Situado al norte del casco urbano, en la histórica Partida del Barranquet, se alzaba uno de los molinos más querido y reconocibles por generaciones de mislateros, el Molí de la Señoría, conocido popularmente como "el pequeño de Mislata" o, simplemente, "el molinet".
Su emplazamiento exacto se encontraba junto al Braç dels Moros, cerca del actual cruce entre las calles San Antonio y Padre Llansol, con su puerta principal orientada hacia la calle Víctor Pradera. Durante siglos, este molino fue un punto de referencia para la población.
Su nombre deriva de su cercanía al Castillo de la Morería, también llamado Casa de la Señoría.
La historia del molino se remonta a la conquista de Jaime I. En el Llibre del Repartiment, aparece registrado como una de las propiedades donadas al caballero aragonés Sanç Llopis d'Albero, uno de los primeros señores vinculados a Mislata tras 1238. A partir de entonces, el molino quedó vinculado a la Señoría de Mislata y fue heredándose entre los sucesivos señores del lugar, incluidos los Condes de Aranda, grandes propietarios en el municipio durante la Edad Moderna.
El molino permaneció bajo dominio señorial durante siglos, hasta que en 1896 se produjo una venta clave: un labrador de Campanar, de apenas 30 años, lo compró a doña María del Carmen Puigmoltó y Mayans, viuda del Marqués de Dos Aguas, junto con otras propiedades que la noble poseía en Mislata. A partir de ese momento, el Molí de la Señoría pasó a manos particulares, cambiando de propietario en varias ocasiones a lo largo del siglo XX.
En 1932, el propietario José Jorge Valls alquiló el molino para un uso completamente distinto, la fabricación de yeso. Los arrendatarios poseían dos canteras, en Benaguacil y Villamarchante, desde donde extraían la piedra. Esta era transportada en tren, hasta la estación de Mislata o en carros, que realizaban la misma ruta siguiendo caminos rurales.
Durante casi tres décadas, el antiguo molino harinero y arrocero funcionó como industria del yeso, hasta que en 1961 un nuevo cambio de propietarios marcó el inicio del fin del edificio, que desapareció en los primeros años de los años 70.
El conjunto formaba una auténtica finca agrícola completa, compuesta por una planta baja donde se encontraba la sala de molienda con dos piedras y espacio para una tercera, una cocina, cuadra y carrocera, donde se guardaban los carros y herramientas, mientras en el piso superior se encontraban dos habitaciones destinadas a vivienda y áreas usadas como granero. En el exterior se extendía un trozo de huerta vinculado al molino, lavadero, era y secadero, un porche añadido posteriormente y jun corral situado en la parte trasera.
El conjunto del Molí de la Señoría formaba un pequeño universo agrícola y familiar, un verdadero ejemplo de arquitectura hidráulica tradicional valenciana.
Molí d'Aranda
Entre los antiguos molinos que formaron parte del paisaje agrícola de Mislata, uno de los más relevante fue el Molí d'Aranda, también conocido como "el Grande de Mislata" o, en su última etapa, el Molí de Tatay, en referencia a sus últimos propietarios, los Hermanos Tatay.

Aunque hoy ha desaparecido por completo, su recuerdo permanece ligado al barrio de la Morería y al paso de la histórica Acequia de Favara, que alimentaba su maquinaria. El Molí d'Aranda se situaba exactamente en los terrenos que hoy ocupa la Fábrica de Papel de Fumar Payá, frente a la plaza del Conde de Aranda.
A comienzos del siglo XX, los últimos propietarios del molino fueron los hermanos Tatay, inscritos como fabricantes de harinas. Cuando se decidió construir la actual fábrica Payá, el molino fue demolido definitivamente, desapareciendo uno de los edificios hidráulicos más importante del municipio.
A pesar de su ausencia física, queda un pequeño testimonio en el barrio, una calle estrecha y escondida llamada calle del Molí, o del Molino, que recuerda el antiguo camino que conducía directamente a la Acequia de Favara, en cuyo margen se encontraba el edificio.

El Molí d'Aranda aparece documentado en los Protocolos Notariales nº153, dentro del proceso de división de bienes de doña María de los Dolores Cebrián, Baronesa de Mislata y Morería. En dichos documentos se describe como un molino harinero y arrocero llamado "el Grande de Mislata", impulsado por las aguas de la Acequia de Favara.
Este título de "el Grande" subraya su importancia, tanto por tamaño como por capacidad productiva, en comparación con el "pequeño" Molí de la Señoría.
El molino no era solo el edificio hidráulico pues contaba con varias tierras de huerta anexionadas, unidas al funcionamiento agrícola y económico del conjunto. También contaba con una era para extender, secar y tratar el grano, todo ello rodeado por un muro perimetral que definía la finca, típica configuración de los molinos señoriales de la huerta valenciana.
Molino de Brusel
El llamado Molí de Brusel, también conocido por los mislateros como Molí del Xurro o Molí de la Creu, fue uno de los últimos molinos que se levantaron en Mislata, ya bien entrado el siglo XX. Su construcción respondió a un motivo evidente: la ventaja estratégica que ofrecía la cercanía inmediata de Mislata a la ciudad de Valéncia.
El molino fue fundado en 1915 por el turolense Francisco Brusel Clemente, quien puso en marcha un moderno molino arrocero que pronto se integró en la vida económica del municipio. Tras su fallecimiento, fueron tres de sus cuatro hijos quienes continuaron con el negocio familiar a partir de 1923, asegurando la continuidad de la actividad.
El edificio ocupaba el chaflán entre la calle Valéncia y la antigua Carretera de Torrent, actual avenida de Blasco Ibáñez. Su estructura combinaba dos usos, una parte estaba destinada a vivienda, mientras que la otra albergaba las instalaciones industriales del molino. Allí llagaba arroz con cáscara procedente de distintos pueblos de la huerta valenciana para ser procesado en Mislata, donde se separaba la cascarilla, que posteriormente se vendía para otros fines.
La actividad del Molí de Busel se mantuvo hasta 1972, año en que cesó definitivamente su funcionamiento. Poco después, el edificio fue derribado para levantar en su lugar un nuevo bloque de viviendas, poniendo fin a la presencia visible de uno de los últimos molinos del municipio.

Los molinos de algarroba.
Además de los conocidos molinos harineros y arroceros, Mislata contó con dos pequeños molinos dedicados a la molienda de algarrobas. Su existencia fue breve, pero dejó una curiosa huella en la historia industrial del municipio.
El primero de ellos se ubicaba aproximadamente a la altura del número 32 de la actual calle Pare Santonja, mientras que el segundo se levantaba en la esquina entre la avenida de Blasco Ibáñez y la calle Doctor Peset. Ambos molinos trabajaban la algarroba, un fruto muy apreciado en la industria alimentaria, y el producto resultante llegó a emplearse ocasionalmente como materia prima en diversas fábricas de chocolate.
De los dos, el más destacado fue el molino propiedad de Alberto Sanmartín, cuya historia llamó especialmente la atención. Sanmartín mantenía una relación amistosa con el rey Alfonso XIII, quien le concedió la licencia y exclusividad para la molienda de algarrobas en España. Gracias a este privilegio real, el modesto molino mislatero alcanzó una inesperada importancia dentro de este reducido sector productivo.
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