
Monasterio de Ntra. Sra. al Pie de la Cruz
El antiguo Convento del Pie de la Cruz en Valéncia:

En 1597 se fundó en Valéncia el Convento de religiosas servitas o Siervas de María, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores. La primera misa se celebró el 3 de mayo, festividad de la Invención de la Cruz, motivo por el que el lugar pasó a ser conocido como Convento de Nuestra Señora al Pie de la Cruz.
Su fundación tuvo lugar en pleno centro de Valéncia, intramuros de la ciudad, frente al suntuoso Palacio de Parcent, del que hoy solo quedan sus jardines como recuerdo. Precisamente de la ubicación del convento viene el nombre de la actual calle del Pie de la Cruz.

Era un convento pequeño y angosto que sufrió diversas vicisitudes a lo largo de su historia: fue afectado por la Desamortización de Mendiazábal, obligado a rehacerse tras un bombardeo en 1873 y posteriormente incendiado en 1936, durante la Guerra Civil, lo que resultó en la pérdida de muchas de sus obras de arte.
Traslado a Mislata:

Finalmente el convento fue demolido y el 24 de diciembre de 1941 sus monjas fueron trasladadas a un nuevo convento en Mislata situado al norte de los terrenos del desaparecido Hort del Cónsul, también bajo la advocación de Ntra. Sra. al Pie de la Cruz cuya imagen fue bendecida el 14 de septiembre de 1958. Actualmente el espacio del antiguo convento está ocupado por viviendas particulares.
Desde el año 1940 las monjas Siervas de María han sostenido sus compromisos monásticos servitas ejemplarmente en Mislata, hasta que en el año 2010, por la falta de vocaciones y la edad avanzada de las hermanas, se trasladaron al convento de Santa Ana de la misma Orden en Sagunto. Desde entonces una comunidad de frailes Siervos de María mantiene la vida servita en el convento de Mislata donde se custodia el sepulcro de la Beata Madre Guadalupe asesinada cruelmente el 2 de octubre de 1936.

María Guadalupe Ricart Olmos
Beata y Mártir
Juventud y vida monástica:

La Beata Madre María Guadalupe, de las Monjas Servitas, nació el 23 de febrero de 1881 en Albal (Valéncia). Tras la muerte de su padre en 1885, su madre, considerada por todos como una santa, afrontó con valentía la tarea de criar y educar a sus hijos en el amor a Dios. María Guadalupe asumió desde pequeña responsabilidades en el hogar y actividades parroquiales.
Su Primera Comunión, a los 10 años, marcó el inicio de una relación intensa con Jesucristo despertando en ella una fuerte vocación. En esa celebración, cuando el párroco preguntó si alguna niña deseaba entregarse a Dios, María respondió sin dudar: ¡Yo quiero serlo!
A los 15 años ingresó en el Monasterio al Pie de la Cruz de las Monjas Siervas de María de Valéncia, donde comenzó su formación religiosa.

Durante su vida en el monasterio, María Guadalupe destacó por su amor a la oración, la penitencia y la devoción a la Virgen Dolorosa. Vivió plenamente los valores de la Orden: caridad fraterna, oración contemplativa y humilde servicio.
Fue maestra de novicias y luego Priora en tiempos difíciles, guiando con prudencia y transmitiendo serenidad y paz a sus hermanas.
Guerra Civil y martirio:
En el contexto de la II República y la Guerra Civil Española, la persecución religiosa alcanzó niveles extremos. Desde 1931 las monjas tuvieron que abandonar el monasterio en varias ocasiones para refugiarse en casas de bienhechores o familiares.
En verano de 1936, por orden del Arzobispo de Valéncia, se vistieron de seglares y abandonaron el monasterio. María Guadalupe se trasladó a Albal, donde pasó sus últimos días en casa de su hermana. A pesar del clima de terror, mantuvo una fe inquebrantable:

"Por mí sola tendría miedo, pero no confío en mí, sino en Dios; si él me quiere mártir, me dará lo que necesito para serlo".
La madrugada del 2 de octubre de 1936, milicianos irrumpieron en su casa. Al preguntarle si era monja, ella respondió con valentía:
"¡Soy monja y si naciese mil veces, lo sería al Pie de la Cruz!".
Tras un juicio simulado y soportar vejaciones, fue asesinada cerca de la Torre Espioca, entre Picassent y Silla.
Su entrega final quedó marcada por estas palabras a sus familiares:
"No lloréis por mí, pues me llevan a matarme y dar la vida por aquel que primero la dio por mí".
Beatificación:
Conscientes de su martirio, su familia recogió la tierra bañada en su sangre, impulsando el deseo de que su sacrificio fuera reconocido por la Iglesia. Gracias a su ejemplo, el proceso canónico comenzó el 24 de enero de 1958. Tras años de estudio, el 28 de junio de 1999 la Santa Sede firmó el Decreto de martirio, y el 19 de junio de 2000 se llevó a cabo el reconocimiento canónico de sus restos los cuales descansan hoy en la iglesia del nuevo Monasterio al Pie de la Cruz de Mislata.
La Beata María Guadalupe Ricart Olmos es hoy un testimonio de amor a Dios y fidelidad hasta el extremo, un faro de esperanza y fortaleza para los cristianos.
