Robos en la Iglesia de Ntra. Sra de los Ángeles.

La Iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles ha sido, durante siglos, el corazón espiritual de Mislata. Pero su historia, además de devoción y arte barroco, está marcada por episodios oscuros que conmocionaron al pueblo.

Entre ellos destacan dos robos, en 1866 y 1923, que sacudieron la vida de la comunidad dejando una profunda huella en la memoria colectiva.

La parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, joya barroca en el corazón de Mislata, no solo ha sido testigo de devoción, fiestas y celebraciones. A lo largo de su historia también ha sufrido bombardeos, incendios, saqueos... y dos robos que marcaron profundamente a los mislateros.

Dos episodios oscuros, separados por caso sesenta años, que dejaron huella en la memoria del pueblo.

El segundo asalto llegó en la madrugada del 18 de marzo de 1923, y fue recogido en el diario Las Provincias. Esa noche, un grupo de ladrones escaló el corral de una vivienda cercana y accedió al templo a través de una ventana próxima al coro. Intentaron forzar las cerraduras de la sacristía sin éxito, por lo que optaron por llevarse los objetos más accesibles. Para huir, se descolgaron con una cuerda atada a una chimenea del convento de las monjas, cruzando su huerto para desaparecer sin dejar rastro.
La Virgen de los Ángeles saliendo en procesión durante las fiestas del Año Jubilar de 1904.
La Virgen de los Ángeles saliendo en procesión durante las fiestas del Año Jubilar de 1904.

El asalto nocturno de 1866:

La primera noticia documentada de un robo se remonta a 1866. Aquella noche, cuatro ladrones encapuchados entraron en la Casa Abadía, anexada al templo, mientras el párroco dormía.

El segundo asalto llegó en la madrugada del 18 de marzo de 1923, y fue recogido en el diario Las Provincias. Esa noche, un grupo de ladrones escaló el corral de una vivienda cercana y accedió al templo a través de una ventana próxima al coro. Intentaron forzar las cerraduras de la sacristía sin éxito, por lo que optaron por llevarse los objetos más accesibles. Para huir, se descolgaron con una cuerda atada a una chimenea del convento de las monjas, cruzando su huerto para desaparecer sin dejar rastro.
Antigua Casa Abadía, donde tuvo lugar el crimen.
Antigua Casa Abadía, donde tuvo lugar el crimen.

Armados con puñales, lo despertaron entre amenazas, exigiéndole diez mil duros. El sacerdote respondió que no disponía de tal suma, pero que podían llevarse todo lo que hubiera en la casa. Los ladrones registraron la vivienda, tomaron dinero, ropa y alhajas personales de la sobrina del cura, que dormía en la vivienda junto a la criada. Ambas fueron obligadas a presentarse y quedaron retenidas bajo amenaza de muerte mientras los ladrones continuaban el saqueo.

Insatisfechos, los asaltantes exigieron las llaves de la iglesia, que se comunicaba internamente con la vivienda. Pese a las súplicas del cura, tres ladrones penetraron en el templo y se apoderaron de diversos objetos.

La escena tuvo un matiz casi surrealista, pues, mientras vigilaba a las víctimas, uno de los ladrones rezó el Ave María junto al sacerdote cuando dieron las horas.

El robo movilizó a las autoridades. Cuatro días después, la Guardia Civil detuvo a cinco hombres y dos mujeres implicados en el crimen, poniendo fin al episodio que había sacudido el corazón espiritual de Mislata.

El robo en vísperas de San José de 1923:

El segundo asalto llegó en la madrugada del 18 de marzo de 1923, y fue recogido en el diario Las Provincias. Esa noche, un grupo de ladrones escaló el corral de una vivienda cercana y accedió al templo a través de una ventana próxima al coro. Intentaron forzar las cerraduras de la sacristía sin éxito, por lo que optaron por llevarse los objetos más accesibles. Para huir, se descolgaron con una cuerda atada a una chimenea del convento de las monjas, cruzando su huerto para desaparecer sin dejar rastro.

Al amanecer, víspera de San José, se descubrió el crimen en el huerto del convento donde se encontró el Sagrario de la Capilla de la Comunión. Los ladrones no lograron abrir el tabernáculo, por lo que las Sagradas Formas se conservaron intactas, el copón permaneció dentro, pero el exterior del sagrario quedó destrozado con los símbolos eucarísticos que lo decoraban gravemente dañados.

A la mañana siguiente, las campanas tocaron a rebato, el toque de alarma del pueblo. Los mislateros acudieron a la iglesia donde encontraron las imágenes despojadas de sus alhajas, varias piezas litúrgicas desaparecidas y el altar sin su Sagrario.

Cuando se supo que el Sagrario había sido hallado en el huerto del convento, el pueblo entero estalló en emoción. Los fieles comenzaron espontáneamente a rezar en acción de gracias. El párroco, don Evaristo Miñana Mestre, y el coadjutor, don Miguel Quiles Aguiló, estaban tan sobrecogidos que apenas podían hablar.

Pueblo y autoridades, entre ellos, el entonces alcalde de Mislata don Andrés Ballester Ricart, formaron una procesión solemne, bajo palio, para devolver las Sagradas Formas al templo. 

Solo dos meses más tarde, el 12 de mayo de 1923, Valéncia celebró la coronación canónica de la Virgen de los Desamparados. A la ceremonia acudieron numerosas parroquias con sus imágenes titulares. Entre ellas estuvo Mislata, que llevó en andas a su patrona, la Virgen de los Ángeles, luciendo en todo su esplendor y belleza. La presencia masiva de mislateros reflejó la profunda devoción y la emoción todavía reciente de los sucesos vividos.

Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de Mislata, saliendo en procesión por la Puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valéncia durante la coronación canónica de la Virgen de los Desamparados en 1923.
Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de Mislata, saliendo en procesión por la Puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valéncia durante la coronación canónica de la Virgen de los Desamparados en 1923.

Fuentes consultadas:

-La Mislata de otros tiempos - Luis Mañas Borrás

-https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do